El Yo como Contexto y el Yo como Contenido en la Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT)
Una de las distinciones clave en ACT es la diferencia entre el «Yo como Contexto» y el «Yo como Contenido». Esta diferenciación es esencial para entender cómo se facilita el cambio psicológico y la flexibilidad conductual en el proceso terapéutico.
Yo como Contenido
El «Yo como Contenido» se refiere a la forma en que las personas tienden a identificar su ser con los pensamientos, emociones, recuerdos, y roles que experimentan en su vida diaria. En este sentido, el «Yo» se define por lo que la persona piensa y siente sobre sí misma. Por ejemplo, alguien podría verse a sí mismo como una «persona fracasada» basándose en experiencias pasadas de fracaso, o como «una persona ansiosa» debido a la recurrencia de episodios de ansiedad.
Este tipo de autoidentificación puede llevar a una fusión cognitiva, donde las personas se confunden con sus pensamientos y emociones, tomándolos como verdades absolutas. La fusión cognitiva reduce la flexibilidad psicológica y puede conducir a patrones de comportamiento que son rígidos y poco adaptativos, ya que la persona actúa en función de lo que cree que es, más que de lo que realmente quiere o necesita hacer en un contexto particular.
Por ejemplo, si una persona se ve a sí misma como «incapaz» en su trabajo, puede evitar tomar responsabilidades o buscar oportunidades de crecimiento, perpetuando así un ciclo de evitación y autodevaluación.
Yo como Contexto
En contraste, el «Yo como Contexto» es una perspectiva que permite a la persona verse a sí misma como el observador o el contexto en el que ocurre toda la experiencia interna (pensamientos, sentimientos, recuerdos). Aquí, el «Yo» no se define por el contenido de lo que se piensa o siente, sino por el simple hecho de ser consciente de esos pensamientos y sentimientos.
Este concepto se relaciona con la idea de desidentificación o defusión cognitiva, en la que la persona aprende a ver sus pensamientos y emociones como eventos que ocurren en su mente, en lugar de verdades absolutas sobre su identidad. Desde la perspectiva del «Yo como Contexto», una persona puede reconocer que tiene pensamientos de fracaso sin identificarse necesariamente como una «persona fracasada». Este reconocimiento permite una mayor flexibilidad para actuar de manera coherente con los valores personales, en lugar de actuar en función de las reglas automáticas impuestas por el contenido mental.
La práctica del «Yo como Contexto» facilita la aceptación de la experiencia interna sin resistencia y la capacidad de actuar de acuerdo con lo que realmente importa para la persona, en lugar de quedar atrapada en luchas internas o evitar situaciones que provocan malestar. Así, una persona que se ve a sí misma desde esta perspectiva podría tomar riesgos en su trabajo y buscar nuevas oportunidades, aun cuando experimente pensamientos de inseguridad o ansiedad, porque entiende que estos pensamientos no definen su ser ni limitan sus acciones.
Conclusión
La distinción entre el «Yo como Contexto» y el «Yo como Contenido» es fundamental en la Terapia de Aceptación y Compromiso, ya que influye directamente en la flexibilidad psicológica de la persona y en su capacidad para vivir de acuerdo con sus valores, en lugar de quedar atrapada en patrones rígidos y autolimitantes. Desarrollar una mayor conciencia de uno mismo desde el «Yo como Contexto» permite a las personas distanciarse de sus pensamientos y emociones, y, en última instancia, vivir una vida más rica, valiosa y significativa.